12.11.2006

Infancia literaria

Juan Zamora


Mi infancia literaria, discurrió entre los clásicos DC Comics y Marvel, las historietas del Llanero Solitario, Tamakún, Kalimán, El Enmascarado de Plata (o El Santo), las Historietas Western que dejaban tiradas mis primos ñangaras de la Universidad Central y las revistas Selecciones y Almanaque Mundial.

Me parece que las últimas publicaciones que mencioné, no eran precisamente las más populares entre el público infantil, pero yo las “devoraba”. Llegaba a la escuela contando historias y hablando de personajes y descubrimientos. Mis compañeritos me escuchaban y luego exclamaban “Tú, sí que sabes bastante...” Luego salíamos corriendo a la cantina para rematar el desayuno con un bocadillo de plátano o pulpa de tamarindo.

Mi adolescencia se topó con el Mío Cid, el Popol Vuh, La Ilíada, La Odisea y la Metamorfosis de Kafka. No soy antinacionalista, todo lo contrario, pero no sé por qué Gallegos y De la Parra, no me impresionaron tanto. Andrés Bello y su silva a la agricultura, no me produjo calor ni frío. Recién tengo como tarea, reencontrarme con toda esa gente, comenzando por Miguel Otero Silva.

Tiempo después comencé a leer con más interés. Ahora leo de todo.

¿Escribir? Como a los doce o trece años. Una novela policíaca, que comenzaba con el hallazgo de un cadáver en la playa, fue mi primer intento. Había un especial esmero en la descripción del cuerpo mutilado (no preguntes, imagino que son cosas de muchachos...) Lamento haber perdido aquellas hojas.

Más temprano, en la escuela, si no estaba disertando acerca de Hitler, Hércules, Heródes, Jesús, Páez, Bolívar, etc., andaba entonces inventando historias de marcianos, monstruos, fantasmas y hermanos imaginarios que conocían las Artes Ninjas o eran militares en misiones secretas fuera del país. Por eso el comentario, de que tu libro “El Elefante”, me transportó a mi infancia.

Después vino “Corina”, una libreta de notas con nombre y todo (pinté ojos, nariz y boca en la carátula). En ella, más que escritos, lo que recogía eran pensamientos. Palabras de filósofos, científicos, poetas, escritores, músicos, gente de la calle, taxistas, borrachos, etc., etc., etc. ¡Claro! Y uno que otro extracto de mis propias vivencias.

Ya adulto y trabajando, me conecté nuevamente con el viejo sueño de ser escritor. Fue así como comencé a redactar informes, y emulando al fiscal Félix Chacaltana Saldivar (Abril Rojo), me esforcé en poner mis mejores letras en cada uno de ellos.

Algunos informes, terminaron siendo sendas crónicas de hechos acontecidos en la oficina, lo que originó su “engavetamiento”. Pero por supuesto, si sólo habían pedido una pequeña explicación acerca de un determinado procedimiento.

Luego me dio por escribir “loqueteras”, sólo para divertir a un grupo de amigos. Hasta que vino la Internet y me brindó la oportunidad de participar en algunos foros y enviar textos a medios impresos.

En una oportunidad, Ana Black publicó algo que le envié, pero olvidaron colocar los créditos. Por supuesto se disculpó y le atribuyó el error a un “duende de esos que andan por allí”, pero no importa; fue agradable ver mi trabajo en la sección de humor del periódico “El Mundo”.

Finalmente conseguí mi “concretera”, se llama “Concretera Hermanos Chang”.

Bróder Fedosy, creo que usted ya comenzó con lo que le pide el señor Echeto:

“... Ahora hay que comenzar a pillar cuál será la "concretera" que le crearemos a los que vienen detrás que nosotros.”